miércoles, 2 de noviembre de 2016

¡Qué fuerte!


Nada, no las encuentro, no encuentro unas fotos que quiero poner aquí.
Llevo buscándolas intensivamente desde ayer (ahora ya antes de ayer) pero no hay manera, así que lo dejo por el momento, sé que me aparecerán, como me aparecen de vez en cuando pero ahora no les da la gana de aparecer. En fin.

Pues como no me dé prisa no voy a llegar (pues no llego, no, esto también lo digo ahora). Bueno,

2013, creo, verano.

Yon nos invitó a las fiestas de su barrio. Nos fuimos Yony, Yona, Elisa y yo, faltaba Yonia pero es que no es muy de estos líos. ¡Vaya nombrecitos que se me pusieron! “¿Cómo queréis que os llame en un blog que estoy haciendo?”  les pregunté el verano siguiente; “Yony”, saltó uno de ellos, entonces una de mis amigas dijo: “pues yo, Yona”, y la otra, animada con el asunto, “pues a mí llámame Yonia” y ya el que faltaba, como no podía ser de otra manera, dijo que él Yon. ¿Para qué os preguntaré nada?” les dije; “pues eso mismo, ¿no querías nombres?, pues ahí los tienes”. 

Bueno, compramos avituallamiento y partimos en coche hacia allá. Allí nos esperaba Yon con su familia y otros amigos (adosados, como nosotros).
Dejamos las cosas en su casa y acto seguido nos fuimos al lugar de reunión, un bajo destartalado con mucha historia. Y allí estaba todo el mundo agitado de aquí para allá haciendo cosas. Había muchos objetos sobre la gran mesa y gente de todas las edades.

-       Vamos a la cabalgata, vamos a salir en la cabalgata así que daros prisa que nos tenemos que disfrazar – nos dijo Yon.
-       ¿Que nos vamos a disfrazar? ¿Que vamos a salir en una cabalgata? - pregunté yo estupefacta.
-       Sí, todos los años lo hacemos así que venga, vamos que queda poco tiempo y hay mucho por hacer.

En total éramos unos veinte o más, yo qué sé, entre familiares, niños y adolescentes y amigos.
Empezaron a cortar telas que tenían por allí, y nos fueron haciendo el disfraz a medida (cada uno de  nosotros también colaboraba, claro, haciendo lo que podía, lo que sabía, y lo que se le ocurría a su imaginación), pues eso, que en cosa de una hora estábamos todos vestiditos, tocaba maquillaje.
Pues tres o cuatro de ellos, con mucha experiencia ya empezaron a maquillarnos a todos. Y tú que veías como iba el otro o la otra pues se te iban ocurriendo cosas sobre la marcha respecto al “acicalamiento”
En esas vi a un tipo pequeño pero robusto por allí charlando con familiares de Yon.
Y al poco comenzó a vestirse también; se colocó unas mallas ajustadas marcando paquete, una camiseta de lo que fuera, un chaleco como de motorista, una peluca heavy de melenaza negra... “Ojalá que éste sea uno de los nuestros” pensé para mí. Pues sí, era uno de los nuestros como constaté al poco tiempo. Terminó de vestirse colocándose unos cuernos de ciervo o de lo que fuera en la espalda, su mujer también, por la noche me contaron de dónde los sacaron, muy peculiar, nada macabro. Y ya para acabar se colocó unos zancos. Y partimos hacia la explanada.



Aquello era una explosión fabulosa de colores, un derroche maravilloso de imaginación, alegría y diversión por todas partes...¡BUAAAHHH!
TODO EL MUNDO estaba en la calle, o disfrazado o sin disfrazar, pero todos allí.
El que no iba de taza de café, iba de mantel, y el que no de papelera y el que no de monstruo y el que no de marciano. Nosotros íbamos de orcos.

Bueno, pues comenzó la cabalgata. ¿Cómo demonios había llegado yo a ese punto? En mi vida había salido en un desfile, ¡líbreme Dios! Pues allí estaba, en medio del asfalto, desfilando entre las dos hileras de sillas ocupadas por la gente de aquel sitio que nos miraban expectantes.

El de los zancos era nuestro líder.
Biennnn!!!!

Pues comenzamos a marchar y a bailar. Lo aprendimos pronto; había que moverse, sobre todo había que moverse, y esto era lógico, menudo muermo estar sentado y ver pasar a alguien andando y ya está, y también para ti era un muermo ir andando sin más, te daba tiempo a pensar en lo que estabas haciendo y a ver a la gente mirándote, y eso no era plan, había que ser semiconsciente sólo de eso, así que a hacer lo que hubiera que hacer, y lo que había que hacer era moverse, y moverse, en algunos momentos, sincronizada con el grupo.

Nos dirigían varios porque nuestro líder tenía mucho trabajo, iba en avanzadilla y con los zancos, pegado al coche que por un altavoz hacía sonar nuestra canción.
¡Dios del Cielo! Yo no daba crédito.
El tema era un tema heavy mezclado con música celta, yo qué sé, me sonaba de oídas pero a malas penas. Pues me lo aprendí rápido, vaya que sí, porque fue lo que escuché y bailé durante casi dos horas, eso y no otra cosa.

Primero bailabas como te daba la gana, luego te ponías en tu fila, (desfilábamos en dos filas), al poco te cambiabas de sitio haciendo un movimiento de zig-zag colectivo, todos, cuando nos daban la orden, pasábamos a la otra fila cruzándonos. Quedaba bien. Y después, a otra orden, hacíamos un corro, nos juntábamos y nos separábamos, nos quedaba fenomenal, y para acabar, nos decían “jaleo” y eso significaba que nos mezclábamos como moléculas descarriadas en divertidísima confusión, ahí casi te chocabas, no sabías para donde ir, el otro tampoco, así que había risas y sonrisas de vernos así todos a todos. Y vuelta a empezar. Vuelta a empezar el tema musical y vuelta a empezar el numerito. Y así dos horas. Bucle total, al final la coreografía nos salía de miedo.
Ah!, se me olvidaba, Yony y yo, en los momentos libres, desarrollamos nuestro particular numerito sin proponérnoslo. La cosa fue que Yony, que es tremendo, tremendamente divertido, tremendamente sociable, pues se dedicó a darles sustos a la gente. Iba vestido, por decir que iba vestido, pues llevaba un bañador y algo en la cabeza y en los pies, alguna piel sintética o algo de eso, yo no sé lo que parecía, pues lo que decía, llevaba en las manos una flecha y un arco o algo así, y en esas se le ocurre acercarse a alguien y simular como que le clavaba la flecha. El susto que se llevó la persona fue grande, luego él se quedo hablando y al final reían, entonces me acerqué a ellos y abaniqué a la persona, está claro que yo llevaba un abanico por todo complemento, bueno y pieles y todo eso, aparte de ir, que se me ha olvidado decirlo, embadurnados hasta las cejas de no sé qué mejunje que nos hacía parecer seres muy feos, bueno, pues le abaniqué y lo agradeció. Y seguimos desfilando.
Y a Yony se ve que le gustó, el caso es que me lo veo haciéndole lo mismo a una mujer, y allá que voy yo y la abanico, susto y aire. Se quedaban pasmados, las caras de la gente eran un poema, no se esperaban ni lo uno ni lo otro. Y ya Yony y yo le pillamos el gusto a aquello y fuimos, salvo en los momentos colectivos, desfilando de esta manera.



Y así transcurrió la cabalgata, yo creía que no iba a llegar hasta el final, pero llegué, llegamos todos.
Y al reposar en la plaza nos enteramos de la noticia: ¡nos habían dado un premio! 

Luego fuimos a la verbena. Al volver a la casa sonaba todavía la música de  la verbena y la de la barraca cercana. Un jaleo.

Me despertó una música, ¿qué pasaba ahora?
Era “La despertá”, me explicó después Yon, una banda de música que va por las calles al amanecer para ir despertando a la gente. A cuadros, me quedé a cuadros, si no hacía ni dos horas que se había acabado el baile. Pues nada. Allí bien espabilada.  Intenté seguir durmiendo.




-       Vamos, vamos que hay que desayunar e ir al lío, hay muchas cosas –dijo Yon.

Pues allí estábamos, delante de un puesto en el que los lugareños hacían salchichas, morcillas, etc. etc. y nada, pues a desayunar morcillas. Y teniendo así la barriga, y después de presenciar un concurso de bicicletas lentas y de beberse una paloma el que así lo quiso, Yon vuelve a la carga:

-         Vamos, vamos, que hay que ir a “la bañá”.
-         ¿Qué es eso?
-         Pues en la plaza instalan un camión cisterna y la gente coge cubos o lo que sea, los llena de agua y se monta una guerra.
-         Vamos, vamos - dije yo entusiasmada.

Y allí que nos calamos vivos todos a todos, desconocidos, conocidos, daba igual, o casi. Primero la cosa era tímida, entre conocidos, y comedida, pero de repente de echaban un cubo de agua por la espalda a traición. Puf! Lo pasamos en grande.

-         Deprisa, deprisa que ahora viene la mascletá.

¡Dios! ¡Qué agenda más apretada! Pues allá que nos fuimos. Estupenda.

Y por la noche concierto etc. Y paseo por las calles adornadas con mucho cariño y mucho primor. Y premios, premios.




Y al día siguiente nos bañamos en la piscina y desayunamos en un bar monísimo, sencillo y antiguo.



2015, verano.

Repetimos.


 

La familia de Yon volvió  a acogernos con calidez y cariño.
Pues allí estábamos otra vez.

-         ¿De qué vamos a salir este año? – dije yo.
-         Este año no salimos, no da tiempo.
-         OHHH!!!

Pero lo demás fue todo igual, igual de agradable y de divertido.

Vimos la cabalgata sentados esta vez.
 Y luego cenamos en amor y compañía todos los que íbamos y más, y nos fuimos a ver un musical espantoso. Se nos ocurrieron ideas.

Y después nos fuimos al concierto. Madre mía, yo estaba reventada y me hubiera ido a dormir pero ¡cualquiera lo decía! Así que fuimos hacia el lugar; estaba muy oscuro y a la intemperie, ya no me acuerdo bien. Debían ser unas instalaciones deportivas pero había muchas zonas de chinarro y yo iba con unas sandalias de cuña, digo esto porque constituía un problema: había tanta gente y tan próxima debido al éxito del grupo que no tenías casi espacio para ti, total: las sandalias pisaban piedras y toda yo quedaba inclinada en un tenso equilibro cada dos por tres. Tenía mucho sueño. Avisé y me retiré hacia un lateral, allí no encontraba donde sentarme pero vi un palé muy próximo al escenario, y allí que me senté. Yona me acompañó a ratos.

El sueño me invadía más y más, y me dolía todo, así que no pude resistir la tentación y me incliné, y  al muy poco tiempo estaba ya en posición horizontal; pues sí, se estaba fenomenal en aquel palé tumbada a lo faquir mirando el cielo y oyendo la música, que se escuchaba tan fuerte que apenas se distinguía lo que cantaba el cantante, pero en esas, escuché “tu novia es más fea que los pies de otro”, y me incorporé y miré a Yona: “¿Ha dicho la frase tu novia es más fea que los pies de otro, ¿lo he entendido bien?”.  Ella asentía riendo. Y ya, a pesar del cansancio, presté de vez en cuando atención a lo que cantaba aquel hombre, y era un disparate detrás de otro. Alguna vez me incorporé y me acerqué para verle, impresionante. Total, que me quitaron parcialmente el sitio y tuve que compartir el palé. Se acercó una chica, vale, cabíamos las dos. En esas se levantó, estupendo, lo tenía para mí sola, pero al poco siento como si me catapultaran: se había sentado un hombre joven, grandote, me dio un susto, se disculpó, me preguntó que si me encontraba bien, le dije que sí, y allí seguimos.
Al poco rato se me acercó una chica muy amable que me dijo: “Señora, ¿está usted bien?” Era del personal de enfermería de la ambulancia que había por allí. “Sí, sí, muchas gracias.” Supongo que pensarían que estaba hasta arriba de todo, pues no, si me hubiera tomado una simple cerveza me habrían tenido que llevar a la cama directamente.



                                                                    Mi novia

 En fin, no son lo más exquisito del mundo ni falta que hace. Temas como Yo la tengo más grande que tú, Chow Chow, Qué gueno que estoy, Soy gilipollas, etc. son algunos de los que escuché allí, ¡qué disparate!

Dejo aquí otro más: "Hola, Spiderman, baja de ahí que te vas a caer, hay que ver la manía que tienes que te lleva to el día enganchao... de la pared. ¡Baja, baja! Estamos esperando que vengan a atracarnos las alimañas de la noche..." No tiene desperdicio, y con música psicodélica a lo Pink Floyd,  y encima tocaban bien. La gente estaba entusiasmada.




Acabó el concierto, ahora tocaba la verbena, yo me retiré, era demasiado para mí. Me acompañaron hasta la casa, me dejaron allí y se fueron un rato de baile.

En la casa, en el sofá del salón en el que dormía, se escuchaba otra vez la música de la verbena por un lado y la de la barraca cercana por el otro, y además la del concierto. No comment.
Los escuché llegar, no me dormí hasta después, muy muy de madrugada.




2016, verano.



Pues por tercera vez allí, ya somos acoplados veteranos, pero este año se ha unido una pareja de acoplados: un canadiense loco por los bonsáis, razón por la que vino a estas tierras, su mujer tailandesa y los niños.

En el lugar de reunión había el mismo jaleo de siempre y más. Después de comer me fui hacia la casa a echarme un poco la siesta, siesta que no pude dormir porque Alfredo, un gato cariñosísimo como el que más pero más loco que una cabra, mucho más, mucho, me estuvo tomando el pelo durante 45 minutos. Yo quería dormir la siesta y el muy canalla no se quería salir de la habitación y se metía debajo de un mueble; intenté sacarlo con una sábana, llevándolo hacia la puerta, nada, cuando estaba a un palmo de la puerta se olía el asunto y se metía debajo del mueble que estaba justo al lado. Y luego lo intenté con un libro, que le gustaba mucho, tampoco, y me daba pena, sólo quería jugar, y luego se iba hacia la jaula del canario y  bájalo de la mesa, y luego vuelta a empezar. Al final los llamé por teléfono, se descojonaron, eso ya lo sabía yo, estaba claro.
El gato no hacía nada, me dijo Yon, lo podía coger con total tranquilidad que no arañaba ni mordía ni nada. Ok. Pues eso hice, al segundo estaba en el pasillo. Ay qué fácil era, claro, una vez que se sabe que semejante chalado no es agresivo. El resto del tiempo ya me lo tiré, cuando estaba con él, jugando y acariciándolo.







Al rato se presentaron en la casa:

-         Venga, Mariplatónica, date prisa que vamos a desfilar.
-         ¿Qué? ¿No decíais que este año tampoco, que no daba tiempo?
-         Sí…pero hemos decidido hacer algo express.
-         Biennn, qué bien. Bueno, vale, ¿y de qué vamos a disfrazar este año?
-         De calaveras mejicanas.
-         ¿De calaveras mejicanas habéis dicho?
-         Sí, de muertos mejicanos.

Risas.
Y salimos disparados.

 Escoger las flores. Cada una escogía sus flores, y maquillaje. ¡Puf, vi que Lola llevaba el rostro maquillado maravillosamente, así que hice porque me maquillara ella; yo escogí los colores, que ya no quedaban demasiadas, y se las di las flores y me puse en sus manos, y ya ella hizo lo que consideró. 



Y hala, a bailar, como si nos hubieran dado cuerda.

La tailandesa desfilaba feliz recordando su país; la tenía en frente, era como mi pareja de baile más o menos. Nuestras miradas se cruzaban cuando íbamos haciendo  el zig-zag,  y menudo lío esta vez, la mitad de las veces alguno se/nos equivocábamos e íbamos en la misma dirección. Ay, señor. Pues la risa por el desastre, y la gente mirando y nosotros descojonados intentando remediar el asunto. Y luego al centro, todos al centro, eso se nos seguía dando bien,  y luego las chicas adolescentes, y luego los chicos, y luego jaleo hasta que nuestra jefa,  Paula, una chica de 14 ó 15 años con una capacidad de organización fuera de lo normal (y más para dirigir a semejante grupo)  pues nos volvía a convocar para el siguiente rizo del bucle.

Los de la batucada eran fabulosos, nos pusimos detrás de ellos porque queríamos marcha, íbamos los primeros, no problem, venga, vamos.                        
                                             
 En esas oigo un grito:

-         ¡Mariplatónica! ¡Mariplatónica!

“Cielos” -pienso yo-, ¿quién demonios me conoce aquí? ¡Horror!

Era una de mis minestrone, una de mis alumnas minestrone.

-         ¡Lucía! Ja, ja, ja.., ¿Es que eres de aquí? – le decía yo mientras nos besábamos.
-         No, mi tío, ¿y tú?
-         Tampoco, estoy invitada por un amigo.
-         Ahh!!
-     Bueno, nos vemos. Lleva cuidado no se te quede la cara coloreada del maquillaje. ¡No le digas a nadie que me has visto, bah, díselo a quien te dé la gana!
Se reía. ¡Qué alegría me llevé!

Me uní al resto del grupo y continuamos con lo nuestro muy concentrados, o lo intentábamos. Al dar una curva una mujer me preguntó “¿de qué vais?” y yo le contesté  que de “muertos mejicanos” y acto seguido le dije: “pero yo española, mejicana o lo que usted quiera pero de muerta, nada” y repetí "pero que nada" y se rió y yo también y  proseguí mi marcha.

A medio camino me dio un ataque de hipocondría. Me dolía el pecho, no quería hacerle caso pero me dolía. Llegué hasta el final, pero ya en la plaza me cogí del brazo de Yony y le confesé lo que me pasaba, en tono de broma pero de verdad, claro, y él me calmó en seguida: “eso nos pasa a todos, no es nada”. “Vale”, le dije yo, “ y si hay que irse… ¡pues nos vamos!”.

Y lo demás fue como estaba previsto por la tradición.
Bandas sonoras al salir a desayunar, y petardos, y de todo. “Deprisa, deprisa que hay que ir a dónde los huevos fritos”. Venga, ahora un huevo frito y una larga cola que marchaba fenomenalmente rápida; ellos se comieron dos o tres: sal  pimentón y aceite de oliva,¡ buenímo! Me tiré una parte encima del bolso al chocarme con alguien, ¡vaya por Dios! Anda que ese bolso... y luego a la mascletá, esta vez no me he tapado los oídos, me dijeron que era muy perjudicial, que había que había que abrir la boca,

Estábamos casi en primera fila. Fue  difícil grabarla, concentrarse y no salir corriendo del estruendo y del temblor.







Por la noche no fui al concierto, imposible. El lío musical era descomunal y el volumen espantoso, espantoso. Cigarro para arriba, cigarro para abajo apoyada en la ventana, me puse mi MP3.
Esta vez no oí la despertá.




Y al día siguiente hicimos lo que correspondía y ya por la tarde nos dimos un baño en la piscina.

Ya estaban ellos allí, yo me tumbé un poco aparte, necesitaba silencio.
Niños y adolescentes chillando, gritos agudos, sonido de cuerpos que se lanzan al agua desde el aire, chapuzones.  Me molestaban, hasta me irritaba, pero al muy poco no me molestaban los gritos, ni los chapuzones, ni las conversaciones de alrededor, al revés, era un placer, sentía un placer. La vida pesaba poco otra vez.