sábado, 15 de octubre de 2016

Retorno a Brideshead

¡Uf! ¡Que no llego!




Me extrañaba que no hubiera sucedido antes.

Cuando apareció Facebook proliferaron los reencuentros y casi todo el mundo antes o después se juntaba con los de su promoción: “pues hicimos una cena y fuimos al tal sitio...” Me daba un poco de tristeza o algo así que a las mías no se les ocurriera pero lo prefería.

Escuché un rumor hace años de que mis compañeras de promoción estaban moviendo algo... “Bueno...” pensé, y me alegré de que alguien tuviera la iniciativa, era alegre aunque aquello seguía sin ir demasiado conmigo.

Pues al final va a ser que sí, o mejor dicho, es que sí.

En el verano Ninguna me dijo que se había formado un grupo. “¿Retorno a Brisdeshead?” le dije, “Ya veremos, ahora mismo... “, y luego me llamó otra amiga, y ya Jazmín estaba en el ajo, y luego me llamó otra compañera.

Un mañana de julio fui a una óptica . Allí me probé por primera vez unas lentillas. ¡Pobre chica!, una de las lentillas desapareció, me harté y me la quité no sé cómo; buscamos y buscamos y no apareció, y me miró el ojo veinte veces de veinte maneras. Me llamó por la tarde preocupada: “No te preocupes, he sido yo la manifacera... - le decía yo - ,“No, si no te va a pasar nada, llamaba sólo por saber...”. Al salir de allí tomé un camino no habitual porque no suelo ir a esa óptica y pasé por la puerta del colegio. Me paré, me acerqué a la puerta, miré el interior: allí estaba el hall con sus mármoles o lo que fueran aquellas baldosas o losas que cubrían no sólo el suelo sino las paredes. Su tamaño eran ínfimo, ¡tan grande como me parecía cuando iba allí! Y vi también una chispa del patio donde formábamos fila para subir a las aulas y en el que tantas veces he hecho el pino (recuerdo comer, salir disparada al colegio y lanzarme contra la pared hasta que ya no me quedaba sangre en los piés. Aguantaba mucho y me gustaba retarme a mí misma, ver cuánto aguantaba cada vez y ver el mundo desde esa perspeciva, me lo pasaba bien). Luego iban viniendo el resto de compañeras y empezábamos a jugar al mate. ¡Qué digestiones! Y luego a las aulas.

Sentí una fuerte emoción, como muda. Me detuve muy poco tiempo allí y seguí mi camino.

Al final, autoricé no hace ni un mes a Ninguna a que me incluyera en el grupo de wasap que habían formado ya en junio.

La bienvenida fue muy calurosa:

“¿Te acuerdas las panzás a reír que nos dábamos” -me decía Rosita-. Ya no las recordaba pero, al decírmelo ella ¡vaya que si me acuerdo! Eran descomunales, una tarde sí y otra también. Rosita era supergenial. Y luego otra, Marga, aparentemente ruda, nada de eso, entrañable, muy entrañable. ¡Puf! Anda que no nos tiramos nuestras buenas parrafadas, y eso que teóricamente éramos la antítesis, bueno, pues no lo éramos. Y luego Pepa y Luisa, con las que pasé horas y horas de juego y de conversación, y el grupo de las divertidas, y el de las más mayores etc. etc. Y luego, me siguió dando la bienvenida otra compañera que me decía “me acuerdo de cuando me ayudabas a hacer los deberes de matemáticas”. “¿Qué?”- me dije yo asombrada- , “ ¿yo ayudaba a Tina en matemáticas? ¡Alucinante!”. Pero sí, pensándolo bien, por qué no, se me daban bien por aquellos entonces. ¡Las matemáticas! Valdría la pena vivir otra vida para conocerlas. Las matemáticas me parecen una de las cosas más raras con las que nos las vemos los seres humanos: ¿Qué son?

Los niños y las niñas estábamos separados. Los recreos eran a horas distintas para que no nos juntáramos. Recuerdo que las profesoras, de las que tristemente no guardo un buen recuerdo en general, miraban mal a mis compañeras más mayores porque no las sometían y además se ponían tacones y hablaban con los chicos.

En el mes de mayo había que llevar flores a María sí o sí y cantarle. Y cuando murió Franco rezábamos el rosario los miércoles por la mañana a primera hora, lo cual era un descanso para mí porque me liberaba de tener que salir voluntaria en la materia que fuera. Era un poco cansino.
Y recuerdo también que los viernes por la tarde, antes de salir disparadas, sonaba por unos altavoces el Cara al Sol, y lo chicos lo cantaban formando filas con el brazo levavantado militarmente y a nosotras nos obligaban a ponernos en pié mientras sonaba.

Pasaban muchas cosas.

En fin, en esos años da tiempo a relacionarte mucho con mucha gente, y ya se sabe que las relaciones de esos años están grabadas en la memoria por muchas capas de polvo que hayan caído encima.

Decir que entrar en el grupo fue emotivo es poco, y no exagero un ápice, fue más que emotivo, fue un shock; un shock ya de por sí al ver aparecer una tras otra a las antiguas y queridas compañeras, un shock por no recordar las caras, los nombres, sí, los nombres estaban en la memoria profunda pero las caras no, imposible, y eso era raro, extraño. Y luego vino la conversación, y como la vida es como es, pues allí se vivía la vida, y la vida es como es. Lo que yo vi fue una ola de amor colectiva, tampoco exagero, nada, no exagero nada, y no una ola, sino una tras otra. Indescriptible. Mucho calor, mucha luz.

Y lo mismo aparecían los hijos, que los maridos, que los perros, que las recetas de cocina, que los trabajos (pero poco), que la bisutería y las manualidades (una de ellas puso una foto de una marioneta que tuvimos que hacer, ¡madre mía!, el primer suspenso de mi vida fue aquella marioneta que no me salía ni a tiros! Ya no me acordaba. Y tambien aparecen los tios buenos (Brad Pitt, George Clooney, etc.) que no son mis preferidos pero es divertido. ¡Un chat de casi setenta mujeres! Pues engancha, no puedo leerlo porque al día fácilmente pueden llegar 100 mensajes ó 200, imposible, pero lo hojeo cuando puedo. ¡Un día llegaron 400!

Bueno, pues estamos todas hechas una piña, es raro pero es así. Y estamos todas supercontentas. 

Mañana, qué digo, hoy, habrá un evento, una comida. “¿A qué estáis todas pensando en lo que os vais a poner?” dijo una de ellas divertida. ¡Pues lleva razón!, digo yo, porque yo me lo planteé un día: “¿qué me pongo?”. Pues ni idea. Y hay que llevar una foto colgada de cuando teníamos doce o trece años, a ver si encuentro algo por ahí. Me río del jaleo que se va a montar. Vi un par de fotos de la comida que hicieron en julio y no reconocía a nadie. Me pidieron foto, mandé la foto “rockera”. Me reconocieron camuflada tras las gafas según decían.

Bueno, es bonito y especial, lo es. Cuando vi lo que vi, y sigo viendo lo que sigo viendo, yo, que apenas intervengo, hace unos les dije que éramos una promoción estupenda, que no las cambiaría
por ninguna otra, y es absolutamente cierto.

De vez en cuando ponen un contador que marca los días, horas y segundos que quedan para el evento, y una de ellas puso este video y me hizo gracia, y lo he desempolvado hoy, porque va tan petado el móvil que no puedo ni ver los videos.



                                                                     Europe, The Final Countdown

La lentilla apareció al día siguiente: yo dormía y en sueños me restregué los ojos, y me desperté súbitamente con una cosa viscosa pequeña entre los dedos. Llamé a la chica de la óptica: “misterio resuelto” le dije, y se rió aliviada.

Dejo aquí una canción que cantábamos en coro, eso era por las tardes de vez en cuando. Villancico pañameño, himnos, canciones populares de otros países... bueno, recuerdo ésta, nos salía muy bien.



                                                           Star Trek, Row row row your boat


Creo que han dicho de ir a un karaoke después, creo. Pues si es así la propondré.




No he visto el chat en días, está que arde: entre ayer y hoy van como 500 mensajes de lo más diverso. Ahora mandan fotos de aquellos tiempos de lo más pintorescas y te mondas de risa. Ya las veré con tranquilidad. Mañana las veré a ellas, recordaremos el viaje de estudios y diez mil cosas más. Eso me recuerda que tengo alguna foto de ese viaje en un paseo montadas en burrro en Torremolinos. Mi burro se adelantó, cogió camino y se fue a su aire y cada vez la distancia era mayor, y las demás por ahí detrás y yo en el burro sin saber qué hacer mirando para atrás... Ja, ja, ja. Si la encuentro la pongo.

domingo, 2 de octubre de 2016

No es importante

Es domingo, domingo por la mañana, miro por la ventana y hace un bonito día. Me iré al balcón.

¡Qué tranquilidad! La verdad es que cada vez me gustan más los domingos por la mañana. Sea donde sea la vida transcurre con algo diferente, se aprecia mejor el aire, los sonidos... oigo los ladridos de los perros del vecindario...las cañerías de la ducha del vecino de arriba... pues me gusta.




Ya van dos domingos escuchándola.

La descubrí cuando andaba buscando las “músicas nostálgicas” que nos visitaron a Violeta y a mí en el club naútico. Seguían siendo preciosas y seguían siendo sobredosis, y en esas, me apareció en el lateral de youtube unos videos de unos tal Riddim Cats. Ni puñetera idea. Pues cliqué, y primero fue en un tema que se llama Cuando, y me resultó extraño pero me hizo gracia, así que cliqué en la siguiente, En mis sueños, y me gustó también y por lo mismo, cantaban igual de mal, el sonido era algo ratonil y refrescaban mucho la cabeza. La primera vez que la escuché me dije “¡Cómo pueden cantar así de mal y no importarles! ¿es que nadie les ha dicho nada?” Y en la siguiente ocasión, pues empecé a plantearme que a lo mejor yo no me enteraba mucho y que quizá no desafinaran tanto porque, desde luego, en la escucha inicial así me lo pareció: ¿cantaba el chico? desentonaba, ¿cantaba la chica? desentonaba ¿? 
 
Volvi a oírla otra vez el domingo pasado y empecé a pensar que lo hacían a propósito, que cantaban así a propósito, rarito pero bueno, igual la cosa era así.

En cualquier caso me encanta como cantan (que sigo creyendo que es un poco bastante mal), me superchifla, así que me he hecho fan aunque sólo he oído esas dos canciones y no sé si escucharé alguna más. Por ahora todo bien.





El otro día tuve un sueño estupendo, fenomenal.




Era de noche y yo me encontraba en alguna parte a la intemperie con el cielo encima y algo en él captó súbitamente mi atención: un objeto grande con forma de disco y muy luminoso comenzaba a girar sobre sí mismo en sentido horizontal, los giros alcanzaban en fracciones de segundo una velocidad vertiginosa, yo no daba crédito, y sin tiempo a asimilar nada, el objeto cambiaba de posición y en un brusco movimiento volvía a girar sobre sí mismo pero esta vez en sentido vértical, y cuando alcanzaba otra vez esa prodigiosa velocidad desaparecía de golpe y porrazo. FIUUUU!!!!




Y yo me decía en el sueño: "¡Es verdad! Lo que cuenta la gente de los ovnis al final va a ser verdad, ¡lo acabo de ver!"