miércoles, 2 de noviembre de 2016

¡Qué fuerte!


Nada, no las encuentro, no encuentro unas fotos que quiero poner aquí.
Llevo buscándolas intensivamente desde ayer (ahora ya antes de ayer) pero no hay manera, así que lo dejo por el momento, sé que me aparecerán, como me aparecen de vez en cuando pero ahora no les da la gana de aparecer. En fin.

Pues como no me dé prisa no voy a llegar (pues no llego, no, esto también lo digo ahora). Bueno,

2013, creo, verano.

Yon nos invitó a las fiestas de su barrio. Nos fuimos Yony, Yona, Elisa y yo, faltaba Yonia pero es que no es muy de estos líos. ¡Vaya nombrecitos que se me pusieron! “¿Cómo queréis que os llame en un blog que estoy haciendo?”  les pregunté el verano siguiente; “Yony”, saltó uno de ellos, entonces una de mis amigas dijo: “pues yo, Yona”, y la otra, animada con el asunto, “pues a mí llámame Yonia” y ya el que faltaba, como no podía ser de otra manera, dijo que él Yon. ¿Para qué os preguntaré nada?” les dije; “pues eso mismo, ¿no querías nombres?, pues ahí los tienes”. 

Bueno, compramos avituallamiento y partimos en coche hacia allá. Allí nos esperaba Yon con su familia y otros amigos (adosados, como nosotros).
Dejamos las cosas en su casa y acto seguido nos fuimos al lugar de reunión, un bajo destartalado con mucha historia. Y allí estaba todo el mundo agitado de aquí para allá haciendo cosas. Había muchos objetos sobre la gran mesa y gente de todas las edades.

-       Vamos a la cabalgata, vamos a salir en la cabalgata así que daros prisa que nos tenemos que disfrazar – nos dijo Yon.
-       ¿Que nos vamos a disfrazar? ¿Que vamos a salir en una cabalgata? - pregunté yo estupefacta.
-       Sí, todos los años lo hacemos así que venga, vamos que queda poco tiempo y hay mucho por hacer.

En total éramos unos veinte o más, yo qué sé, entre familiares, niños y adolescentes y amigos.
Empezaron a cortar telas que tenían por allí, y nos fueron haciendo el disfraz a medida (cada uno de  nosotros también colaboraba, claro, haciendo lo que podía, lo que sabía, y lo que se le ocurría a su imaginación), pues eso, que en cosa de una hora estábamos todos vestiditos, tocaba maquillaje.
Pues tres o cuatro de ellos, con mucha experiencia ya empezaron a maquillarnos a todos. Y tú que veías como iba el otro o la otra pues se te iban ocurriendo cosas sobre la marcha respecto al “acicalamiento”
En esas vi a un tipo pequeño pero robusto por allí charlando con familiares de Yon.
Y al poco comenzó a vestirse también; se colocó unas mallas ajustadas marcando paquete, una camiseta de lo que fuera, un chaleco como de motorista, una peluca heavy de melenaza negra... “Ojalá que éste sea uno de los nuestros” pensé para mí. Pues sí, era uno de los nuestros como constaté al poco tiempo. Terminó de vestirse colocándose unos cuernos de ciervo o de lo que fuera en la espalda, su mujer también, por la noche me contaron de dónde los sacaron, muy peculiar, nada macabro. Y ya para acabar se colocó unos zancos. Y partimos hacia la explanada.



Aquello era una explosión fabulosa de colores, un derroche maravilloso de imaginación, alegría y diversión por todas partes...¡BUAAAHHH!
TODO EL MUNDO estaba en la calle, o disfrazado o sin disfrazar, pero todos allí.
El que no iba de taza de café, iba de mantel, y el que no de papelera y el que no de monstruo y el que no de marciano. Nosotros íbamos de orcos.

Bueno, pues comenzó la cabalgata. ¿Cómo demonios había llegado yo a ese punto? En mi vida había salido en un desfile, ¡líbreme Dios! Pues allí estaba, en medio del asfalto, desfilando entre las dos hileras de sillas ocupadas por la gente de aquel sitio que nos miraban expectantes.

El de los zancos era nuestro líder.
Biennnn!!!!

Pues comenzamos a marchar y a bailar. Lo aprendimos pronto; había que moverse, sobre todo había que moverse, y esto era lógico, menudo muermo estar sentado y ver pasar a alguien andando y ya está, y también para ti era un muermo ir andando sin más, te daba tiempo a pensar en lo que estabas haciendo y a ver a la gente mirándote, y eso no era plan, había que ser semiconsciente sólo de eso, así que a hacer lo que hubiera que hacer, y lo que había que hacer era moverse, y moverse, en algunos momentos, sincronizada con el grupo.

Nos dirigían varios porque nuestro líder tenía mucho trabajo, iba en avanzadilla y con los zancos, pegado al coche que por un altavoz hacía sonar nuestra canción.
¡Dios del Cielo! Yo no daba crédito.
El tema era un tema heavy mezclado con música celta, yo qué sé, me sonaba de oídas pero a malas penas. Pues me lo aprendí rápido, vaya que sí, porque fue lo que escuché y bailé durante casi dos horas, eso y no otra cosa.

Primero bailabas como te daba la gana, luego te ponías en tu fila, (desfilábamos en dos filas), al poco te cambiabas de sitio haciendo un movimiento de zig-zag colectivo, todos, cuando nos daban la orden, pasábamos a la otra fila cruzándonos. Quedaba bien. Y después, a otra orden, hacíamos un corro, nos juntábamos y nos separábamos, nos quedaba fenomenal, y para acabar, nos decían “jaleo” y eso significaba que nos mezclábamos como moléculas descarriadas en divertidísima confusión, ahí casi te chocabas, no sabías para donde ir, el otro tampoco, así que había risas y sonrisas de vernos así todos a todos. Y vuelta a empezar. Vuelta a empezar el tema musical y vuelta a empezar el numerito. Y así dos horas. Bucle total, al final la coreografía nos salía de miedo.
Ah!, se me olvidaba, Yony y yo, en los momentos libres, desarrollamos nuestro particular numerito sin proponérnoslo. La cosa fue que Yony, que es tremendo, tremendamente divertido, tremendamente sociable, pues se dedicó a darles sustos a la gente. Iba vestido, por decir que iba vestido, pues llevaba un bañador y algo en la cabeza y en los pies, alguna piel sintética o algo de eso, yo no sé lo que parecía, pues lo que decía, llevaba en las manos una flecha y un arco o algo así, y en esas se le ocurre acercarse a alguien y simular como que le clavaba la flecha. El susto que se llevó la persona fue grande, luego él se quedo hablando y al final reían, entonces me acerqué a ellos y abaniqué a la persona, está claro que yo llevaba un abanico por todo complemento, bueno y pieles y todo eso, aparte de ir, que se me ha olvidado decirlo, embadurnados hasta las cejas de no sé qué mejunje que nos hacía parecer seres muy feos, bueno, pues le abaniqué y lo agradeció. Y seguimos desfilando.
Y a Yony se ve que le gustó, el caso es que me lo veo haciéndole lo mismo a una mujer, y allá que voy yo y la abanico, susto y aire. Se quedaban pasmados, las caras de la gente eran un poema, no se esperaban ni lo uno ni lo otro. Y ya Yony y yo le pillamos el gusto a aquello y fuimos, salvo en los momentos colectivos, desfilando de esta manera.



Y así transcurrió la cabalgata, yo creía que no iba a llegar hasta el final, pero llegué, llegamos todos.
Y al reposar en la plaza nos enteramos de la noticia: ¡nos habían dado un premio! 

Luego fuimos a la verbena. Al volver a la casa sonaba todavía la música de  la verbena y la de la barraca cercana. Un jaleo.

Me despertó una música, ¿qué pasaba ahora?
Era “La despertá”, me explicó después Yon, una banda de música que va por las calles al amanecer para ir despertando a la gente. A cuadros, me quedé a cuadros, si no hacía ni dos horas que se había acabado el baile. Pues nada. Allí bien espabilada.  Intenté seguir durmiendo.




-       Vamos, vamos que hay que desayunar e ir al lío, hay muchas cosas –dijo Yon.

Pues allí estábamos, delante de un puesto en el que los lugareños hacían salchichas, morcillas, etc. etc. y nada, pues a desayunar morcillas. Y teniendo así la barriga, y después de presenciar un concurso de bicicletas lentas y de beberse una paloma el que así lo quiso, Yon vuelve a la carga:

-         Vamos, vamos, que hay que ir a “la bañá”.
-         ¿Qué es eso?
-         Pues en la plaza instalan un camión cisterna y la gente coge cubos o lo que sea, los llena de agua y se monta una guerra.
-         Vamos, vamos - dije yo entusiasmada.

Y allí que nos calamos vivos todos a todos, desconocidos, conocidos, daba igual, o casi. Primero la cosa era tímida, entre conocidos, y comedida, pero de repente de echaban un cubo de agua por la espalda a traición. Puf! Lo pasamos en grande.

-         Deprisa, deprisa que ahora viene la mascletá.

¡Dios! ¡Qué agenda más apretada! Pues allá que nos fuimos. Estupenda.

Y por la noche concierto etc. Y paseo por las calles adornadas con mucho cariño y mucho primor. Y premios, premios.




Y al día siguiente nos bañamos en la piscina y desayunamos en un bar monísimo, sencillo y antiguo.



2015, verano.

Repetimos.


 

La familia de Yon volvió  a acogernos con calidez y cariño.
Pues allí estábamos otra vez.

-         ¿De qué vamos a salir este año? – dije yo.
-         Este año no salimos, no da tiempo.
-         OHHH!!!

Pero lo demás fue todo igual, igual de agradable y de divertido.

Vimos la cabalgata sentados esta vez.
 Y luego cenamos en amor y compañía todos los que íbamos y más, y nos fuimos a ver un musical espantoso. Se nos ocurrieron ideas.

Y después nos fuimos al concierto. Madre mía, yo estaba reventada y me hubiera ido a dormir pero ¡cualquiera lo decía! Así que fuimos hacia el lugar; estaba muy oscuro y a la intemperie, ya no me acuerdo bien. Debían ser unas instalaciones deportivas pero había muchas zonas de chinarro y yo iba con unas sandalias de cuña, digo esto porque constituía un problema: había tanta gente y tan próxima debido al éxito del grupo que no tenías casi espacio para ti, total: las sandalias pisaban piedras y toda yo quedaba inclinada en un tenso equilibro cada dos por tres. Tenía mucho sueño. Avisé y me retiré hacia un lateral, allí no encontraba donde sentarme pero vi un palé muy próximo al escenario, y allí que me senté. Yona me acompañó a ratos.

El sueño me invadía más y más, y me dolía todo, así que no pude resistir la tentación y me incliné, y  al muy poco tiempo estaba ya en posición horizontal; pues sí, se estaba fenomenal en aquel palé tumbada a lo faquir mirando el cielo y oyendo la música, que se escuchaba tan fuerte que apenas se distinguía lo que cantaba el cantante, pero en esas, escuché “tu novia es más fea que los pies de otro”, y me incorporé y miré a Yona: “¿Ha dicho la frase tu novia es más fea que los pies de otro, ¿lo he entendido bien?”.  Ella asentía riendo. Y ya, a pesar del cansancio, presté de vez en cuando atención a lo que cantaba aquel hombre, y era un disparate detrás de otro. Alguna vez me incorporé y me acerqué para verle, impresionante. Total, que me quitaron parcialmente el sitio y tuve que compartir el palé. Se acercó una chica, vale, cabíamos las dos. En esas se levantó, estupendo, lo tenía para mí sola, pero al poco siento como si me catapultaran: se había sentado un hombre joven, grandote, me dio un susto, se disculpó, me preguntó que si me encontraba bien, le dije que sí, y allí seguimos.
Al poco rato se me acercó una chica muy amable que me dijo: “Señora, ¿está usted bien?” Era del personal de enfermería de la ambulancia que había por allí. “Sí, sí, muchas gracias.” Supongo que pensarían que estaba hasta arriba de todo, pues no, si me hubiera tomado una simple cerveza me habrían tenido que llevar a la cama directamente.



                                                                    Mi novia

 En fin, no son lo más exquisito del mundo ni falta que hace. Temas como Yo la tengo más grande que tú, Chow Chow, Qué gueno que estoy, Soy gilipollas, etc. son algunos de los que escuché allí, ¡qué disparate!

Dejo aquí otro más: "Hola, Spiderman, baja de ahí que te vas a caer, hay que ver la manía que tienes que te lleva to el día enganchao... de la pared. ¡Baja, baja! Estamos esperando que vengan a atracarnos las alimañas de la noche..." No tiene desperdicio, y con música psicodélica a lo Pink Floyd,  y encima tocaban bien. La gente estaba entusiasmada.




Acabó el concierto, ahora tocaba la verbena, yo me retiré, era demasiado para mí. Me acompañaron hasta la casa, me dejaron allí y se fueron un rato de baile.

En la casa, en el sofá del salón en el que dormía, se escuchaba otra vez la música de la verbena por un lado y la de la barraca cercana por el otro, y además la del concierto. No comment.
Los escuché llegar, no me dormí hasta después, muy muy de madrugada.




2016, verano.



Pues por tercera vez allí, ya somos acoplados veteranos, pero este año se ha unido una pareja de acoplados: un canadiense loco por los bonsáis, razón por la que vino a estas tierras, su mujer tailandesa y los niños.

En el lugar de reunión había el mismo jaleo de siempre y más. Después de comer me fui hacia la casa a echarme un poco la siesta, siesta que no pude dormir porque Alfredo, un gato cariñosísimo como el que más pero más loco que una cabra, mucho más, mucho, me estuvo tomando el pelo durante 45 minutos. Yo quería dormir la siesta y el muy canalla no se quería salir de la habitación y se metía debajo de un mueble; intenté sacarlo con una sábana, llevándolo hacia la puerta, nada, cuando estaba a un palmo de la puerta se olía el asunto y se metía debajo del mueble que estaba justo al lado. Y luego lo intenté con un libro, que le gustaba mucho, tampoco, y me daba pena, sólo quería jugar, y luego se iba hacia la jaula del canario y  bájalo de la mesa, y luego vuelta a empezar. Al final los llamé por teléfono, se descojonaron, eso ya lo sabía yo, estaba claro.
El gato no hacía nada, me dijo Yon, lo podía coger con total tranquilidad que no arañaba ni mordía ni nada. Ok. Pues eso hice, al segundo estaba en el pasillo. Ay qué fácil era, claro, una vez que se sabe que semejante chalado no es agresivo. El resto del tiempo ya me lo tiré, cuando estaba con él, jugando y acariciándolo.







Al rato se presentaron en la casa:

-         Venga, Mariplatónica, date prisa que vamos a desfilar.
-         ¿Qué? ¿No decíais que este año tampoco, que no daba tiempo?
-         Sí…pero hemos decidido hacer algo express.
-         Biennn, qué bien. Bueno, vale, ¿y de qué vamos a disfrazar este año?
-         De calaveras mejicanas.
-         ¿De calaveras mejicanas habéis dicho?
-         Sí, de muertos mejicanos.

Risas.
Y salimos disparados.

 Escoger las flores. Cada una escogía sus flores, y maquillaje. ¡Puf, vi que Lola llevaba el rostro maquillado maravillosamente, así que hice porque me maquillara ella; yo escogí los colores, que ya no quedaban demasiadas, y se las di las flores y me puse en sus manos, y ya ella hizo lo que consideró. 



Y hala, a bailar, como si nos hubieran dado cuerda.

La tailandesa desfilaba feliz recordando su país; la tenía en frente, era como mi pareja de baile más o menos. Nuestras miradas se cruzaban cuando íbamos haciendo  el zig-zag,  y menudo lío esta vez, la mitad de las veces alguno se/nos equivocábamos e íbamos en la misma dirección. Ay, señor. Pues la risa por el desastre, y la gente mirando y nosotros descojonados intentando remediar el asunto. Y luego al centro, todos al centro, eso se nos seguía dando bien,  y luego las chicas adolescentes, y luego los chicos, y luego jaleo hasta que nuestra jefa,  Paula, una chica de 14 ó 15 años con una capacidad de organización fuera de lo normal (y más para dirigir a semejante grupo)  pues nos volvía a convocar para el siguiente rizo del bucle.

Los de la batucada eran fabulosos, nos pusimos detrás de ellos porque queríamos marcha, íbamos los primeros, no problem, venga, vamos.                        
                                             
 En esas oigo un grito:

-         ¡Mariplatónica! ¡Mariplatónica!

“Cielos” -pienso yo-, ¿quién demonios me conoce aquí? ¡Horror!

Era una de mis minestrone, una de mis alumnas minestrone.

-         ¡Lucía! Ja, ja, ja.., ¿Es que eres de aquí? – le decía yo mientras nos besábamos.
-         No, mi tío, ¿y tú?
-         Tampoco, estoy invitada por un amigo.
-         Ahh!!
-     Bueno, nos vemos. Lleva cuidado no se te quede la cara coloreada del maquillaje. ¡No le digas a nadie que me has visto, bah, díselo a quien te dé la gana!
Se reía. ¡Qué alegría me llevé!

Me uní al resto del grupo y continuamos con lo nuestro muy concentrados, o lo intentábamos. Al dar una curva una mujer me preguntó “¿de qué vais?” y yo le contesté  que de “muertos mejicanos” y acto seguido le dije: “pero yo española, mejicana o lo que usted quiera pero de muerta, nada” y repetí "pero que nada" y se rió y yo también y  proseguí mi marcha.

A medio camino me dio un ataque de hipocondría. Me dolía el pecho, no quería hacerle caso pero me dolía. Llegué hasta el final, pero ya en la plaza me cogí del brazo de Yony y le confesé lo que me pasaba, en tono de broma pero de verdad, claro, y él me calmó en seguida: “eso nos pasa a todos, no es nada”. “Vale”, le dije yo, “ y si hay que irse… ¡pues nos vamos!”.

Y lo demás fue como estaba previsto por la tradición.
Bandas sonoras al salir a desayunar, y petardos, y de todo. “Deprisa, deprisa que hay que ir a dónde los huevos fritos”. Venga, ahora un huevo frito y una larga cola que marchaba fenomenalmente rápida; ellos se comieron dos o tres: sal  pimentón y aceite de oliva,¡ buenímo! Me tiré una parte encima del bolso al chocarme con alguien, ¡vaya por Dios! Anda que ese bolso... y luego a la mascletá, esta vez no me he tapado los oídos, me dijeron que era muy perjudicial, que había que había que abrir la boca,

Estábamos casi en primera fila. Fue  difícil grabarla, concentrarse y no salir corriendo del estruendo y del temblor.







Por la noche no fui al concierto, imposible. El lío musical era descomunal y el volumen espantoso, espantoso. Cigarro para arriba, cigarro para abajo apoyada en la ventana, me puse mi MP3.
Esta vez no oí la despertá.




Y al día siguiente hicimos lo que correspondía y ya por la tarde nos dimos un baño en la piscina.

Ya estaban ellos allí, yo me tumbé un poco aparte, necesitaba silencio.
Niños y adolescentes chillando, gritos agudos, sonido de cuerpos que se lanzan al agua desde el aire, chapuzones.  Me molestaban, hasta me irritaba, pero al muy poco no me molestaban los gritos, ni los chapuzones, ni las conversaciones de alrededor, al revés, era un placer, sentía un placer. La vida pesaba poco otra vez.




sábado, 15 de octubre de 2016

Retorno a Brideshead

¡Uf! ¡Que no llego!




Me extrañaba que no hubiera sucedido antes.

Cuando apareció Facebook proliferaron los reencuentros y casi todo el mundo antes o después se juntaba con los de su promoción: “pues hicimos una cena y fuimos al tal sitio...” Me daba un poco de tristeza o algo así que a las mías no se les ocurriera pero lo prefería.

Escuché un rumor hace años de que mis compañeras de promoción estaban moviendo algo... “Bueno...” pensé, y me alegré de que alguien tuviera la iniciativa, era alegre aunque aquello seguía sin ir demasiado conmigo.

Pues al final va a ser que sí, o mejor dicho, es que sí.

En el verano Ninguna me dijo que se había formado un grupo. “¿Retorno a Brisdeshead?” le dije, “Ya veremos, ahora mismo... “, y luego me llamó otra amiga, y ya Jazmín estaba en el ajo, y luego me llamó otra compañera.

Un mañana de julio fui a una óptica . Allí me probé por primera vez unas lentillas. ¡Pobre chica!, una de las lentillas desapareció, me harté y me la quité no sé cómo; buscamos y buscamos y no apareció, y me miró el ojo veinte veces de veinte maneras. Me llamó por la tarde preocupada: “No te preocupes, he sido yo la manifacera... - le decía yo - ,“No, si no te va a pasar nada, llamaba sólo por saber...”. Al salir de allí tomé un camino no habitual porque no suelo ir a esa óptica y pasé por la puerta del colegio. Me paré, me acerqué a la puerta, miré el interior: allí estaba el hall con sus mármoles o lo que fueran aquellas baldosas o losas que cubrían no sólo el suelo sino las paredes. Su tamaño eran ínfimo, ¡tan grande como me parecía cuando iba allí! Y vi también una chispa del patio donde formábamos fila para subir a las aulas y en el que tantas veces he hecho el pino (recuerdo comer, salir disparada al colegio y lanzarme contra la pared hasta que ya no me quedaba sangre en los piés. Aguantaba mucho y me gustaba retarme a mí misma, ver cuánto aguantaba cada vez y ver el mundo desde esa perspeciva, me lo pasaba bien). Luego iban viniendo el resto de compañeras y empezábamos a jugar al mate. ¡Qué digestiones! Y luego a las aulas.

Sentí una fuerte emoción, como muda. Me detuve muy poco tiempo allí y seguí mi camino.

Al final, autoricé no hace ni un mes a Ninguna a que me incluyera en el grupo de wasap que habían formado ya en junio.

La bienvenida fue muy calurosa:

“¿Te acuerdas las panzás a reír que nos dábamos” -me decía Rosita-. Ya no las recordaba pero, al decírmelo ella ¡vaya que si me acuerdo! Eran descomunales, una tarde sí y otra también. Rosita era supergenial. Y luego otra, Marga, aparentemente ruda, nada de eso, entrañable, muy entrañable. ¡Puf! Anda que no nos tiramos nuestras buenas parrafadas, y eso que teóricamente éramos la antítesis, bueno, pues no lo éramos. Y luego Pepa y Luisa, con las que pasé horas y horas de juego y de conversación, y el grupo de las divertidas, y el de las más mayores etc. etc. Y luego, me siguió dando la bienvenida otra compañera que me decía “me acuerdo de cuando me ayudabas a hacer los deberes de matemáticas”. “¿Qué?”- me dije yo asombrada- , “ ¿yo ayudaba a Tina en matemáticas? ¡Alucinante!”. Pero sí, pensándolo bien, por qué no, se me daban bien por aquellos entonces. ¡Las matemáticas! Valdría la pena vivir otra vida para conocerlas. Las matemáticas me parecen una de las cosas más raras con las que nos las vemos los seres humanos: ¿Qué son?

Los niños y las niñas estábamos separados. Los recreos eran a horas distintas para que no nos juntáramos. Recuerdo que las profesoras, de las que tristemente no guardo un buen recuerdo en general, miraban mal a mis compañeras más mayores porque no las sometían y además se ponían tacones y hablaban con los chicos.

En el mes de mayo había que llevar flores a María sí o sí y cantarle. Y cuando murió Franco rezábamos el rosario los miércoles por la mañana a primera hora, lo cual era un descanso para mí porque me liberaba de tener que salir voluntaria en la materia que fuera. Era un poco cansino.
Y recuerdo también que los viernes por la tarde, antes de salir disparadas, sonaba por unos altavoces el Cara al Sol, y lo chicos lo cantaban formando filas con el brazo levavantado militarmente y a nosotras nos obligaban a ponernos en pié mientras sonaba.

Pasaban muchas cosas.

En fin, en esos años da tiempo a relacionarte mucho con mucha gente, y ya se sabe que las relaciones de esos años están grabadas en la memoria por muchas capas de polvo que hayan caído encima.

Decir que entrar en el grupo fue emotivo es poco, y no exagero un ápice, fue más que emotivo, fue un shock; un shock ya de por sí al ver aparecer una tras otra a las antiguas y queridas compañeras, un shock por no recordar las caras, los nombres, sí, los nombres estaban en la memoria profunda pero las caras no, imposible, y eso era raro, extraño. Y luego vino la conversación, y como la vida es como es, pues allí se vivía la vida, y la vida es como es. Lo que yo vi fue una ola de amor colectiva, tampoco exagero, nada, no exagero nada, y no una ola, sino una tras otra. Indescriptible. Mucho calor, mucha luz.

Y lo mismo aparecían los hijos, que los maridos, que los perros, que las recetas de cocina, que los trabajos (pero poco), que la bisutería y las manualidades (una de ellas puso una foto de una marioneta que tuvimos que hacer, ¡madre mía!, el primer suspenso de mi vida fue aquella marioneta que no me salía ni a tiros! Ya no me acordaba. Y tambien aparecen los tios buenos (Brad Pitt, George Clooney, etc.) que no son mis preferidos pero es divertido. ¡Un chat de casi setenta mujeres! Pues engancha, no puedo leerlo porque al día fácilmente pueden llegar 100 mensajes ó 200, imposible, pero lo hojeo cuando puedo. ¡Un día llegaron 400!

Bueno, pues estamos todas hechas una piña, es raro pero es así. Y estamos todas supercontentas. 

Mañana, qué digo, hoy, habrá un evento, una comida. “¿A qué estáis todas pensando en lo que os vais a poner?” dijo una de ellas divertida. ¡Pues lleva razón!, digo yo, porque yo me lo planteé un día: “¿qué me pongo?”. Pues ni idea. Y hay que llevar una foto colgada de cuando teníamos doce o trece años, a ver si encuentro algo por ahí. Me río del jaleo que se va a montar. Vi un par de fotos de la comida que hicieron en julio y no reconocía a nadie. Me pidieron foto, mandé la foto “rockera”. Me reconocieron camuflada tras las gafas según decían.

Bueno, es bonito y especial, lo es. Cuando vi lo que vi, y sigo viendo lo que sigo viendo, yo, que apenas intervengo, hace unos les dije que éramos una promoción estupenda, que no las cambiaría
por ninguna otra, y es absolutamente cierto.

De vez en cuando ponen un contador que marca los días, horas y segundos que quedan para el evento, y una de ellas puso este video y me hizo gracia, y lo he desempolvado hoy, porque va tan petado el móvil que no puedo ni ver los videos.



                                                                     Europe, The Final Countdown

La lentilla apareció al día siguiente: yo dormía y en sueños me restregué los ojos, y me desperté súbitamente con una cosa viscosa pequeña entre los dedos. Llamé a la chica de la óptica: “misterio resuelto” le dije, y se rió aliviada.

Dejo aquí una canción que cantábamos en coro, eso era por las tardes de vez en cuando. Villancico pañameño, himnos, canciones populares de otros países... bueno, recuerdo ésta, nos salía muy bien.



                                                           Star Trek, Row row row your boat


Creo que han dicho de ir a un karaoke después, creo. Pues si es así la propondré.




No he visto el chat en días, está que arde: entre ayer y hoy van como 500 mensajes de lo más diverso. Ahora mandan fotos de aquellos tiempos de lo más pintorescas y te mondas de risa. Ya las veré con tranquilidad. Mañana las veré a ellas, recordaremos el viaje de estudios y diez mil cosas más. Eso me recuerda que tengo alguna foto de ese viaje en un paseo montadas en burrro en Torremolinos. Mi burro se adelantó, cogió camino y se fue a su aire y cada vez la distancia era mayor, y las demás por ahí detrás y yo en el burro sin saber qué hacer mirando para atrás... Ja, ja, ja. Si la encuentro la pongo.

domingo, 2 de octubre de 2016

No es importante

Es domingo, domingo por la mañana, miro por la ventana y hace un bonito día. Me iré al balcón.

¡Qué tranquilidad! La verdad es que cada vez me gustan más los domingos por la mañana. Sea donde sea la vida transcurre con algo diferente, se aprecia mejor el aire, los sonidos... oigo los ladridos de los perros del vecindario...las cañerías de la ducha del vecino de arriba... pues me gusta.




Ya van dos domingos escuchándola.

La descubrí cuando andaba buscando las “músicas nostálgicas” que nos visitaron a Violeta y a mí en el club naútico. Seguían siendo preciosas y seguían siendo sobredosis, y en esas, me apareció en el lateral de youtube unos videos de unos tal Riddim Cats. Ni puñetera idea. Pues cliqué, y primero fue en un tema que se llama Cuando, y me resultó extraño pero me hizo gracia, así que cliqué en la siguiente, En mis sueños, y me gustó también y por lo mismo, cantaban igual de mal, el sonido era algo ratonil y refrescaban mucho la cabeza. La primera vez que la escuché me dije “¡Cómo pueden cantar así de mal y no importarles! ¿es que nadie les ha dicho nada?” Y en la siguiente ocasión, pues empecé a plantearme que a lo mejor yo no me enteraba mucho y que quizá no desafinaran tanto porque, desde luego, en la escucha inicial así me lo pareció: ¿cantaba el chico? desentonaba, ¿cantaba la chica? desentonaba ¿? 
 
Volvi a oírla otra vez el domingo pasado y empecé a pensar que lo hacían a propósito, que cantaban así a propósito, rarito pero bueno, igual la cosa era así.

En cualquier caso me encanta como cantan (que sigo creyendo que es un poco bastante mal), me superchifla, así que me he hecho fan aunque sólo he oído esas dos canciones y no sé si escucharé alguna más. Por ahora todo bien.





El otro día tuve un sueño estupendo, fenomenal.




Era de noche y yo me encontraba en alguna parte a la intemperie con el cielo encima y algo en él captó súbitamente mi atención: un objeto grande con forma de disco y muy luminoso comenzaba a girar sobre sí mismo en sentido horizontal, los giros alcanzaban en fracciones de segundo una velocidad vertiginosa, yo no daba crédito, y sin tiempo a asimilar nada, el objeto cambiaba de posición y en un brusco movimiento volvía a girar sobre sí mismo pero esta vez en sentido vértical, y cuando alcanzaba otra vez esa prodigiosa velocidad desaparecía de golpe y porrazo. FIUUUU!!!!




Y yo me decía en el sueño: "¡Es verdad! Lo que cuenta la gente de los ovnis al final va a ser verdad, ¡lo acabo de ver!"
 



sábado, 17 de septiembre de 2016

Vida de amigas, sha la la la...



La adoro.
Es otra de mis reinas.

Es inteligente, vital, emprendedora, emprendedora de verdad, y está chiflada aunque no pierde nunca de vista que los piés tienen que estar sobre la tierra, al menos los suyos.
Se mete en mil líos, en mil proyectos, y claro, no puede hacer los mil, pero hace cien, que no está nada mal pero que nada.

Se supera, se autosupera, y es buena.
Discutimos de vez en cuando, discutimos, pero al cuarto de hora, o ella me da un achuchón a mí o se lo doy yo a ella.

En fin, es valiente y estoy orgullosa de su cabeza y de su corazón. Vale infinitamente más que lo que hay a su alrededor y más allá y pelea por cosas importantes.


Todavía no habíamos cumplido la mayoría de edad cuando nos conocimos.

Recuerdo un día en la la playa, en su casa; ella reunió a varias de sus amigas, a algunas de sus mejores amigas. Fue un fin de semana divertido.
Vino alemán calentujo, persecución femenina al guarda de la urbanización, a saber, cinco o seís chicas, una de ellas con una pierna escayolada, así que coja y con una muleta, de noche y con ganas de reírnos -¿para qué quieres más?-, y tangos a las tantas de la madrugada ...
Yo creo que el chico estaba pasmado. Pobre hombre. A mí me daba igual aquello pero era divertido ser una chica de esa forma, como en una película con guión de despedida de soltera o de universitarias en su primer año -que era más o menos nuestro caso- un guión de película americana americana, pero con otra sustancia, había algo diferente, sería el continente.


Pues al final quedamos hace unas semanas: “que si quedamos hoy, que si mañana...vale, hoy”.

Y nos fuimos a un sitio de moda. Yo estaba un poco cabreada porque estaba lleno y porque no se podía fumar pero sobre todo porque la encargada de darnos mesa nos agobiaba y apremiaba. “¡Puf! Qué se tranquilice!” le decía a Violeta. “Espérese un poquico”, acabé diciéndole a la empleada con muy mala leche.

Pues que si esto que si lo otro, poniéndonos al día sin tonterías porque teníamos sólo un par de horas. Disparate por aquí, disparate por allá, risas, fotos, profundidades, más disparates, planes, más planes, discusiones... ella decía A, y yo decía que no A, y ella seguía con A, y yo que no quería A y, al final, cogiéndola del brazo y haciendo que me mirara, le dije:
  • Que no quiero A, que no me interesa A.
  • Bueno, vale, A no, B o C - dijo ella.
  • Tú A, tú A, - proseguía yo- yo ya veré...
  • Y tienes que leer a Walter Benjamin.
  • Ok, ok.
  • Nos vemos muy poco, mi vida social...tenemos que proponernos vernos una vez al mes -decía Violeta.
  • Llevas toda la razón, sí, vamos a hacerlo.
  • No tiene que ser el martes 25..
  • No, eso es un poco agobiante.
  • Tenemos que llevar vida de amigas...
Pero qué bonito me sonó; mis oídos, mi cabeza y mi corazón se alegraron de inmediato y pasé del cabreo y la ansiedad al contento y a la dulzura.
  • Vida de amigas, qué bonito lo que dices, Violeta, sí, sí, tenemos que llevar vida de amigas - le dije sonriéndole.
Y ella se dio perfecta cuenta de todo esto y se sonrió también y acabamos riéndonos y haciendo más planes.

Y seguimos comiendo y hablando de blogs, de libros, de las familias y de todas esas cosas, de las cosas que teníamos en nuestras cabezas. Y eso es lo que hicimos, y con velocidad, pues las circunstancias mandaban (o el tiempo).

Luego nos dirigimos hacia la salida. Por el camino nos interceptó una chica que promocionaba perfumes; nosotras íbamos en lo nuestro pero la chica nos dio un cartoncillo publicitario con el perfume. Me lo llevé a la nariz, era maravilloso, entonces le pedí que me rociara con él en la muñeca. Hacía años que no descubría un perfume. Violeta también lo olió y también le encantó.

Y nos fuimos a otra parte a tomar un café. La camarera llevaba una frase tatuada en el brazo:
  • ¿La puedo leer si no es indiscreción? - le pregunté.
  • ¡Claro! “Que tus problemas no sean más grandes que tus sonrisas” - exclamó la camarera y se fue hacia la barra repitiéndolo alegremente en voz muy alta.
Pues quizá cursi, tópico y lo que se quiera, pero no está mal llevar la chuleta emocional encima si le funciona...

Y ya nos despedimos no sin antes enseñarme las fotos fabulosas que hace su móvil, bueno, ella con su móvil, se lo había comprado recientemente.
  • Espérate, espérate que me pinte por lo menos los labios.
Foto por aquí foto por allá, nada de esperas.
  • Mira, ésta me gusta, pareces una rockera.
¿Rockera yo?” pensé para mí.


Me llamó hace unos días:
  • ¿Te vienes a la playa? ¿Te apetece?
  • Sí, por mí estupendo.
  • ¡Genial! Pues vamos a andar, e iremos al restaurante no sé qué.. y llevo un libro no sé cual... y descansamos..
  • Vida de amigas -dije yo.
Y todas sus palabras, cargadas de ganas de disfrutar proferidas en un tono de agotamiento, se interrumpieron por una risa no muy sonora pero verdaderamente fresca y dulce.
Y a mí se me volvió a endulzar el momento.
  • Paso por tu casa y te recojo.
  • Vale.
Que si el trabajo, que si el estrés y las medidas personales que íbamos a tomar para que esto no sucediera: los buenos y necesarios propósitos. Nos lo decíamos la una a la otra a la vez que nos lo decíamos a nosotras mismas para convencernos y reforzar esos buenos y necesarios propósitos, esto lo hacíamos mientras subíamos el Puerto de La Cadena, y pasaba un coche y sus ocupantes nos miraban y nos hacían señas, y nosotras que si este conocido que si el otro... y continuábamos con que si nos devoraba el estrés y el sistema, y pasaba otro coche y nos pitaba, y luego otro que también nos pitaba, y al final pasó uno que nos hizo un gesto con la mano (el individuo casi se salía por la ventanilla al hacerlo, ¡qué pasión!) como diciéndonos que estábamos locas mientras al mismo tiempo Violeta me decía que ya estaba empezando a mosquearse: “¿llevaremos una puerta abierta o el capó?" preguntaba yo, “no sé”, respondía ella; “pásate al otro carril” le dije, y eso hizo, y entonces comprendimos que íbamos por el carril de la izquierda pisando huevos. La cosa se calmó inmediatamente.

Y que había que hacer deporte, organizarse, y aprender inglés de una vez, que se había apuntado ya a un grupo. Aprendía bastante, su profe era australiano, que el inglés hacía falta para viajar y para todo y que quería ir aquí y allá y en un momento dado dijo que le gustaba Australia.
  • ¿Australia? - dije yo con los ojos como platos girándome hacia ella.
  • Sí, me gusta Australia.
  • Pues yo de pequeña quería ser antropóloga y conocer las tribus aborígenes australianas, me fascinaban aquellos hombres, eso es lo que quería “ser de mayor” (bueno, tuve fases más inconfesables). Se lo decía a Marta y ella me decía que no me fuera tan lejos, que no me fuera, no quería que me fuera, ¡qué bien!
  • Pues yo quiero ir.
  • Pues yo se lo dije a los Yonis hace poco; habíamos planeado hace más de diez años un viaje a la Antártida que deberíamos haber hecho este año, y yo les dije que ya que estábamos que pasarámos por Australia pero me dijeron que eso no pillaba tan de paso, que era otro viaje.
  • Pues vámonos, ahorramos y nos vamos el año que viene.
  • Necesito un poco más de tiempo.
  • Vale, ahorramos y aprendemos inglés, apúntate a prácticar el inglés...
  • Sí, ya va siendo hora, si no hay que hacer ejercicios, no he podido nunca con los ejercicios de idiomas.
  • No, es práctico, hablas, te corrige, te hablan, vocabulario...es muy interactivo.




Llegamos a su casa. Por la tarde nos fuimos a la playa y por la noche cenamos en un hindú y en ésas me dijo:
  • Me gusta la especie humana, la considero verdaderamente especial y me da auténtico coraje que con las características que tenemos que se vaya a perder todo, eso no puede ser de ninguna de las manera.
  • Pues yo no lo veo así. Es verdad que tenemos algo fascinante pero también otras especies lo son de otras maneras, yo nos veo como una especie como las demás, y encima arrogante, como dice Nietzsche en Verdad y mentira. En fin, somos sólo un minuto y lo mismo que se están extinguiendo ahora mismo cientos de especies pues a nosotros nos llegará el turno, y no pasa nada, nada “unos que vienen y otros que se van”, lo que sí me joroba es que mientras que eso sucede, y disponiendo de conciencia y tecnología, pues que no seamos capaces de eliminar o frenar al menos el sufrimiento, hay mucha gente que está sufriendo mucho, deberíamos ser capaces de hacer algo con ese sufrimiento.
  • La verdad es que visto así no es tan grave lo de la extinción, en lo del sufrimiento estoy totalmente de acuerdo.

Y nos fuimos de paseo para bajar aquella cena y llegamos a los bares y nos metimos en uno ¡australiano! La gente estaba loca con un combate de boxeo, la música era viva y el pub, curiosillo.
Luego nos fuimos a un irlandés, allí había mucha marcha; las señoras salieron a bailar, los hombres se quedaron sentados salvo uno, la música era alegre y allí se estaba bien. Los irlandeses tiene algo. Y ya nos volvimos y ella se durmió y yo no pude porque de la disco de al lado de casa venía un ruido descomunal. Había cenado demasíado, me desperté fatal, ay señor, amanecía.




Desayúnabamos.
Pues ahora les tocaba a otro local cercano que había sido alquilado para una fiesta privada. Puf!, ni siesta ni nada, un escándalo.
Nos fuimos al megacentro comercial de los alrededores huyendo y por hacer de maris también. La tarde era muy agradable. Y luego nos fuimos a cenar al club naútico, nos pusimos monas. Esta vez la cena fue menos copiosa, más ligerita, pero el camarero nos llenaba la copa de vino cada dos por tres y en ésas llegaron los boleros, ¿para qué quieres más? Sabor a mí, madre mía, el rey de los boleros, o casi, y ahí empezamos a ponernos tontorronas: a ella le vinieron recuerdos de otras músicas vividas allí con seres queridos: me habló de Armando Manzanera y de otras canciones , y yo también me puse tontorrona, y más que acabamos al cascarnos por completo la botella de Albariño. 



Pongo aquí la que sonó, las otras las dejo para otro día, que puede ser sobredosis.



                                                      Eydie Gorme y Los Panchos, Sabor a mí
Jugaba al ajedrez de pequeña, su padre era un fiera jugando al ajedrez; a sus quince años, un día llegó al puerto deportivo un velero con un hombre mayor muy bien vestido, con una chaqueta marinera muy elegante con los botones cruzados y una mujer. Bajaron a tierra y no sé cómo fue pero ella acabó jugando una partida de ajedrez con aquel hombre que era ciego; se ponía nervioso, no veía casi las piezas, ella le advertía de que su jugada le iba a llevar al jaque mate, él se irritó... El hombre y la mujer se marcharon.
Ella tiene una teoría.

Y continuamos charlando:
  • ¿Te acuerdas de mi despedida de soltera por estos lares?
  • Claro.
  • Lo que nos reímos.
  • Sí, y me acuerdo de una de tus fiestas recientes, la de “Se te olvida”
  • ¡Qué risa! ¡Qué bien lo pasamos aquella noche!
Aquella noche celebrábamos su cumpleaños. Jazmín y yo le regalamos un bolso blanco, creo, y yo le grabé un CD con canciones, entre ellas estaba “Se te olvida”.
La puse. El éxito fue inmediato; Violeta y Andrea comenzaron a bailar, y yo a cantarla.
Repitieron. Yo encantada, no me canso de esa rumba.
Y volvieron a ponerla. El resto de amigos comenzaban a reírse nada nerviosos.
La cosa se animó.
Sonaron otras canciones, la cosa bajaba, pusieron otra vez “Se te olvida”, ya casi se la sabían de memoria, ahora no la bailaban, ahora la cantaban: la risa era general.
Y todavía cayó un par de veces más en la noche. Pues no fue pesado, no me explico cómo pero aquel bucle no se hizo pesado. Al año siguiente, en las mismas circunstancias, la pusieron a los diez minutos. Nadie se extrañó.

Podríamos adentrarnos otra vez en el bucle, esa rumba ya apareció en Melodías de Pascua, pero hoy será otra canción, otra de aquella noche que, en realidad, era la canción estrella del CD. Yo pensé que a ella le iba a gustar y le grabé todo aquello con mucha ilusión pero sobre todo esa canción, esa canción estaba convencida de que le iba a gustar, y le encantó ya esa noche, y todavía más veces después me lo decía con entusiasmo.



             Rufus Wainwright, Release the Stars

Bueno, vamos acabando.
Volvimos a casa después de recorrernos todos los alrededores buscando un sitio donde tomar una copa: nada, nada de nada, y nuestro plan del Chill-Out en un lugar verdaderamente magnífico de por allí se nos esfumó lo primero, ¡¡¡ OHH!!!
Y, al llegar, los de la fiesta privada seguían, puf!!!

Pues me dormí a las mil. Al día siguiente nos invitaron a una barbacoa argentina pero ya decidimos que era hora de volver, no sin recibir la visita del jardinero cortando el cesped a la hora de la siesta. 

Bueno, al coche. A los pocos minutos se encendió un piloto de forma intermitente y escuchamos un sonido agudo, una alarma: ¡vaya por Dios! ¿qué demonios pasaba ahora? Ella no es mecánico, ni hombre, y yo no sé nada de coches. No sabíamos nada de nada. “Bueno, vamos a ir tranquilas, podemos ver si hay cerca una gasolinera”, dije yo. “Creo que es el aceite”. “Allí hay una, ¿das la vuelta?” “No, a ver si llegamos”. Y nos fuimos acercando al Puerto de la Cadena. Ella frenó varias veces: “los frenos van bien”. “Bueno, ve despacio”. Empezaron a adelantarnos... “creo que nos está
pasando otra vez lo mismo” dijo ella; yo me reí, “echa por el otro carril”, “no sé cuál es el lento, voy a ir por en medio”. ¡Ja, ja, ja! Yo iba un poco acojonada, no mucho pero un poco sí, la verdad, “espero que el coche se porte bien en la bajada, sería lo que nos faltara” pensé en mis adentros sin decir ni pío, claro. Cuando salimos del puerto ya entrando en la ciudad creo que las dos sentimos alivio.
  • ¿Has leído al coreano, al de La sociedad del cansancio?
  • No, pero supe algo.
Y me fue explicando.
  • Interesante, lo voy a leer, la expresión “sociedad del cansancio” lo dice todo, lo ha clavado.
  • ¿Y la de....?
  • No, ésa no.
  • Es una reinterpretación desde un enfoque psicoanalítico de la Lolita de Nabokov.
  • ¿Una reinterpretación de la Lolita de Nabokov? No, ni la Lolita de Nabokov ni una reinterpretación, menos todavía, y encima en clave psicoanalítica, ¡ni harta de vino!
Y se echó a reír, y esta risa sí fue sonora. 





                                                                               The Kinks, Australia